
Más cerca del abismo que de la gloria, donde la infinitud no alcanza, donde se quiebra, y más cerca todavía del vértigo que de la carne, de la ausencia y del eco hueco y desventurado de la nada. Huesos de tiza, figurillas bailarinas de ceniza, espíritus que merecen dormir aunque sobre ellos caiga la pesada lápida de la vida inmerecida y aunque en la tierra húmeda que cubre el soliloquio interminable y silencioso, nazca culposa una flor.
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