viernes, mayo 25, 2007

Limbo

El tiempo se distendía en círculos por la habitación, la tarde lo devoraba mientras pasaba, mientras la pasaba; la espera palpitaba en su pecho, una espera, por su parte, inútil, una espera más bien de desesperación. Cada movimiento, cada posible movimiento era sólo la exacta misma vibración del tiempo, la profecía del camino que se habría de cursar. Ese era el limbo, y le sentaba bien. La suspensión de todo discurso y de toda imposición, el sinsentido y la emoción, sólo tacto, sólo intuición, su aroma suspendido en el aire, la vida como una huella y un aletargado devenir marcando pauta paso a paso con la indiferencia de quien ya se sabe el final.

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