"Se puso a besarme, dijo repetidas veces que me quería, prometió que dentro de poco se iba a poner a leer un libro cada quincena para «estar a mi altura», lo que acabó por abochornarme, y terminó confesándome que nadie antes la había hecho tan feliz.
Debo de estar haciéndome viejo, pues sus excesos verbales me ponen la piel de gallina."
Debo de estar haciéndome viejo, pues sus excesos verbales me ponen la piel de gallina."
Los detectives salvajes, Bolaño, p.118
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