Solemos olvidar que el demonio es otro, el etéreo, que la débil llama de luz que danza incógnita entre tinieblas no se excita por este viento sino por otro, por uno que tiempo atrás desdeñamos en aras de hacer este mundo nuestro. La lucha no es contra un espíritu de mil rostros, es contra un solo rostro que ha sido invertido y puesto delante de nosotros, un rostro que nos resulta insoportable sobretodo cuando se desmorona. La ineludible agonía nos consume frente a aquel fuego que desesperado salta al no encontrar reflejo, nos consume y nos somete. Tememos. Temblamos. Y el ardor en la garganta es el sello final que nos marca para siempre humanos, hasta que la llama en su agitado existir acabe por reconocerse a sí misma insignificante.
*Je, amanecí profética.
*Je, amanecí profética.
No hay comentarios.:
Publicar un comentario