Y pueden reconciliarse los abismos y puedes tender al infinito acariciada por una diáfana luz y una flor amarilla a tu lado mirándote atenta desde su brillante centro. Y puedes disolverte o volverte mútiple o volar o. Puedes. Pero quizás lo que no puedas nunca es dejar de bramar "yo, yo, yo" y fallar siempre en el intento como ahora lo hago yo (y el yo retiembla otra vez). Pues de nada sirve recibir aplausos por cristalizar el tiempo -o lo que sea que tú hagas, múltiples caras del mismo poliedro/apariencia -, si al final cada paso es una caída imperceptible a la nada -a falta de un mundo oscuro- y aunque al final el infinito se te deshaga inmenso entre las manos.
No hay comentarios.:
Publicar un comentario