Es sólo que tengo cierta sed de ti, cierta, aletargada, infame sed; extendida a lo largo de las horas, entre los quisquillosos minutos, entre las teclas, los bostezos y los besos por conquistar. Ahora no hay martirio alguno, por ejemplo, pero ahí viene, ahí viene, ahí está y de pronto aparece; punzante, repentino, molesto como un chillido, como un ratón. Cierta condena es la que pago, cierta obligatoriedad. Imagen tras imagen, caen, lapidarias, van cayendo, entre flashes, expectantes a tu encuentro; y de pronto chocan contra el suelo y la memoria y ahí me ves, recogiéndolas, sobándolas, amándolas infinitamente y más que nunca. ¡Qué ternura me produces, amor mío! ¡Qué agudo este dolor! Me punza la cabeza y doy vueltas por mi cuarto y vueltas y aparece de pronto, como siempre, tu nombre entre mis labios y el recuerdo de tu piel y de tu voz. ¿Cuándo vendrás? ¿Cuándo saciarás esta sed y me liberarás de esta ansia? Espero, siempre espero silenciosa ese momento en que los gritos callen y la paz regrese con tu vientre cálido, ese momento en que tu sombra se adapte a tu forma y desaparezca ella y aparezcas tú y al besar los dedos de tus pies se desvanezca el mundo y el aire y la espera.
No hay comentarios.:
Publicar un comentario