Hace mucho que no escribo de esta forma, quizás porque escribir es un poco como verse en el espejo, y no es fácil cuando existe tanto que ocultar. Abandonar la pluma es una forma de postergar la muerte, pero la muerte, con el tiempo, llega igual; en forma de llanto o de rostro descarnado, de promesas rotas o maletas roídas por la necesidad.
Así que ahora debo de ser capaz, cuando menos, de recuperarme a mí misma, ¿cómo?
Dudo. Escribo, borro. Tres silencios.
Qué difícil es volverse a mirar.
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