domingo, febrero 24, 2008

Prometeo

Mi querido Prometeo encadenado:
Yo sé que más de una vez has intercedido por los hombres, hermosísimo piadoso, adolorido, conozco tu agonía y tu castigo en este mundo de dioses que no conoce la muerte y los martirios de la carne. Yo sé que no valen mil gemidos de mortales para redimir tu cara ofrenda, mi querido Prometeo, e injusto es que sufras por la crueldad de Zeus y por la ingratitud humana, injusto es para tan piadoso dios.
Pero tu consuelo, Prometeo de mi alma, no está en el hoy como lo sabemos, sino en el mañana, tú que todo lo ves, tú que tienes el poder de la esperanza y la visión pulcra y acertada, y eso es consuelo, amigo mío, y eso es una caricia del tiempo y una victoria adelantada. Porque hay algo peor que las cadenas, carísimo Prometeo, y esto es la ceguera, ceguera con la que los mortales tenemos que vivir día a día a tropezones.

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