sábado, noviembre 17, 2007

Otra versión de Nieve, la funámbula

I.
Sin arrendrarse ante el peligro, se dijo que esa sería su profesión. Tras unos momentos de duda, decidió hacerse equilibrista. Luego, poco a poco fue elevando la cuerda y progresando en el dominio de su arte. Y así se convirtió en una de las primeras mujeres funámbulas.
Se subió a una cuerda y ya no bajó de ella.

II.
Nieve se había hecho funámbula por afán de equilibrio. La joven, cuya vida se desplegaba como un hilo tortuoso, jalonando de nudos que anudaban y desaunadaban la sinuosidad del azar y la insipidez de la existencia, descollaba en el sutil y peligroso arte de evolucionar por una cuerda floja.
Nunca se sentía tan a gusto como cuando caminaba a mil pies por encima del suelo. Siempre hacia adelante. Sin levantarse un milímetro de su camino.
Era su destino.
Avanzar paso a paso.
De uno a otro extremo de la vida.

III.
A los diecinueve años, Nieve había recorrido más de cien kilómetros en su cuerda tiesa, con frecuencia arriesgando su vida.
No era una simple funámbula, avanzaba en el aire como por magia.
Porque, en realidad, para ella lo más difícil no era mantenerse en equilibrio, ni siquiera dominar el miedo, y mucho menos caminar por aquel hilo continuo, aquel hilo de música entrecortado por cegadores vértigos, no, lo más difícil, cuando avanzaba en medio de la luz del mundo, era no convertirse en un copo de nieve.

IV.
Nieve se soñaba, todas las noches, como un ave por los aires. Y aquella cuerda que la sujetaba al mundo le parecía como un grillete pesado, cada vez más gruesa, más insoportable. Ella quería volar, ella quería que nada la sostuviera.
Decidida a perfeccionar su arte y estar cada vez más cerca del centro del universo, Nieve empezó a caminar por cuerdas más y más delgadas, hasta que era apenas un hilo lo que la sostenía. La joven, con total seguridad, avanzaba segura. Paso a paso. Respiro tras respiro. Silencio tras silencio. Vértigo tras vértigo.

V.
Hasta que, como era de esperarse, cuando se encontraba a kilómetros del suelo, el hilo cedió ante su insignificancia. Algunos la vieron caer, parecía volar en el aire. Es una funámbula, decían, a no ser que sea un pájaro azul que se ha perdido.
Nieve murió ese mismo día volando, volando en el aire, como aire, siempre, funámbula.

*Lo que está en cursivas (la mayoría) es de la novela de Maxence Fermine llamada Nieve, pero yo quería proponer otro final, así que helo aquí.

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