Nadie nos conoce. Que nadie diga que nos conoce. Aquel osado que lanzó un juicio, se equivoca. Se equivocan todos. Yo, tampoco te conozco, y me equivoco también, al sentir de pronto el deseo imperioso de decir te amo, qué insensatez, qué ocurrencia. Tú, me conoces menos. No sabes que eres la inspiración de mi onanismo, la frustración de los domingos, la espera, el ansia. Yo sé que hago mal. Yo sé que eres sueño, que dijiste no, que volteaste el rostro y censuraste mi voz. Pero ya ves, la terquedad es mayor. Regresa el eco, la voz de la gente: denigración. Ellos qué saben. Nadie sabe. Ni yo. Soy el patetismo encarnado. Quiero verte, quiero sentirte, quiero sentir el dolor. Mi obsesión es tu obsesión, siempre tan poco obsesiva, tan nunca vivida, tan olvidada, perdida..
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