domingo, enero 14, 2007

Experimento

La angustia reaparece con el tiempo, la cura sólo es placebo, la salvación es fugaz. Las palabras una vez más se revelan como insuficientes, parcas y triviales. Estoy desahuciada. El dolor no cesa, sólo ha cesado el canto de las musas que con su melodiosa voz acariciaban mis tormentos. No más. Me han abandonado. A veces pienso que lo merezco. A veces pienso que no me importa. A veces sólo no pienso. Me vence el peso de los días, del silencio, de la derrota cotidiana y el tartamudeo habitual. Ya casi no me molesta, sin embargo. A estas alturas que más da, pienso yo. Vendería, sin titubear, mi excepcionalidad al mejor postor. O tal vez no, me retracto. Me falta convicción. Pero insisto, a estas alturas que más da. Considero que el problema se encuentra en el abismo entre la expectativa ávida siempre de más, y el alma agónica pidiendo descansar. Pero no hay descanso tal. La culminación de Eros, nada distinta a la de Thanatos, es la muerte; y un descanso tan absoluto se escapa de toda conciencia y se vuelve un hecho más.

Un experimento, pensé: he de escribir todos los días durante un mes entero, no importando mi inspiración, mi disposición afectiva o la calidad del resultado. Sólo escribir, sólo atreverme a estrellarme contra la muralla densa del farfullo torpe y del mutismo. Quizás descubra el misterio: lo que activa la puerta de entrada a la ficción y lo que activa la muralla. A ver que pasa. Empiezo hoy. Disculpen las molestias que esto les ocasione. Sólo quiero que no muera esa voz, ese dolor, esa, Nerea.

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