La ventaja que yo tengo sobre ti, es que tú ya me olvidaste; y aun si a veces mi nombre cascabelea todavía lejano en tu horizonte, ya no suena al eco de mi voz sino a silencio, y es mi huella en tu memoria apenas una sugerencia de la nada; nada importante, un bostezo, un parpadeo que se pierde en el aleteo de lo ordinario, en el cansancio del día, en lo importante.
Nada es grave; no hay palabras ni presencias ni nombres que lo hagan grave. Y si el demonio no tiene rostro, dejadlo libre. El domingo surge como debe surgir, y el lunes lo mismo, y la escuela y la gente y la repugnancia que te asquea en las noches de insomnio. Todo es fácil de ignorar, todo, hasta que no puedes más, hasta que ya no soportas saberte miserable, y nace la mentada pregunta: ¿dónde, dónde se encuentra la fuente de tu desdicha? Pero mi rostro ya no es nítido, nunca lo ha sido; y tu pasado ya no es tuyo, lo has perdido, has perdido la salvación, el vuelco renovador, y ahora, ahora estás perdido de verdad, ahora nada tiene solución.
1 comentario:
Y si no es que los demonios no tengan rostro, sino que la mirada se nubla al ver detrás del vado del que venimos... Quizás sea el viento del sur, del sur cálido y seco, que se sublima al encuentro de una tierra fértil, nunca prometida, de lo sorprendente, del encuentro... ¿Y si te amo? ¿Y si han muerto los demonios (pues el mío, maldito, lo está)? ¿Qué pasa entonces? En conclusión: te amo Nerea...
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