domingo, octubre 15, 2006

Cólera nominal

Primero está el nombre, el espacio por el que se escurre el pensamiento que te inunda, hinchándote las venas de cólera u obnubilación. Después, el malestar que te encara de frente, cortando de tajo la apariencia de lo bello, destrozando tu fatua felicidad con una ligereza tan cínica que resulta repulsiva.
Luego, tus manos, sudorosas y torpes, abriendo puertas de ficción, desesperadas, patéticas, cerrando el mundo con seductora subversión como quien quiere resistirse a lo inevitable.
Acto seguido, aparece, la amarga franqueza, el reconocimiento de la resignación sublimada, disfrazada de noble, de libre, de elegida. La angustia forjándote como un hierro indandescente que te marca consecutiva, eternamente.
Y el nombre de nuevo, empapándolo todo de un color que duele, de una realidad que punza, de conciencia.
Por último, culminantes llegan, las convulsiones del alma, rabiosa y castrada en su propia inefabilidad, asqueda por todos los vivos y los muertos que estos llevan en la cuenca de los ojos...

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