lunes, octubre 23, 2006

Caminos.

Y por un segundo pudiera parecer que no pierdes nada, porque al caminar, caminan los mismos a tu lado: encuentras los mismos pies enlodados paso a paso, las mismas presencias materiales, los gestos vivos, las voces recurrentes, y todo, aparentemente.
Pero el camino tiene algo de distinto; la tierra rojiza ya no es la misma, la ruta recorrida ha cambiado, las huellas del pasado, los rostros que no verás más, y en fin, la sensación amarga de saber que no hay vuelta atrás y que las sonrisas del pasado se han petrificado para siempre. Y entonces te das cuenta: en efecto, algo ha cambiado.

Eres tú quien empapó de dulzura la primera estación de mi vida entre juegos y risas, entre inocencias compartidas. Y ahora son tus niñas las que poseen tu sonrisa entre los mismos juegos inocentes, y te plasman con cada gorgoteo de alegría, con cada movimiento, ceño fruncido y hasta con su mismo nombre.
Pero tú ya no estás. Y todo se queda como una violenta interrupción de lo que no volverá a ser, como una añoranza, como un sueño de infancia que se extiende infinitamente de la mía a la suya y te reproduce en la huella que dejas... a falta de poder hacer algo mejor. Te vamos a extrañar queridísima Mago.

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