Plétoras cancerígenas de realidad, pulsiones monocromáticas de muerte me carcomen la conciencia. Emergida en un mundo, de irreversibilidad; la fuga es el disfraz de lo patético, de la impotencia, de la mortal resignación. Me aniquila la insoportable identidad entre mi alma y su tormento, la tristeza tan natural en mi mirada, tan habitual que no se ve más, que se pierde en la nada y en la infinita incomunicabilidad.
Tinieblas oníricas me taladran, por las noches, la existencia; espíritus sin nombre y sin lugar se acomodan en mí y me acarician el sexo y la ansiedad... hasta que de un segundo a otro lo son todo, se vuelven todo, y todo lo demás parece tan irreal que el mundo ya no es el mundo, y sólo quedo yo y el miedo, y eso, eso es la soledad.
Vomitivo solipsismo innecesariamente críptico, como si se pudiese embellecer lo repugnante con destellos de falsa lucidez que apalabran, inútilmente, el tan doloroso sinsentido… Me atraviesan ríos de amarga certidumbre, me destrozan, y sin embargo sigo aquí y no puedo huir de ninguna otra forma más que así, jugando a pretenderlo, a oprimir los ojos y fingir desaparecer en el desgaste estéril e intrascendente de mi supervivencia...
2 comentarios:
...Pero cuando se apagaron esos, tus ojos, la luz no pereció. Porque miles fuimos, guiados como barcos, en torno a tu faro. Miles te seguimos, y dejaste, como dice Longfellow, huellas en las arenas del tiempo. Y con el tiempo, los que te seguimos hallamos en nosotros nuestra propia luz. Cuando tus ojos se apagaron, cuando tu ser pareció diluírse en la nada, cuando más te carcomió el dolor... más barcos te seguían, y más personas hallaron en sus almas una luz propia, inspirados en la lúdica luciérnaga que vuela en tus ojos.
Cuando cesaste de ser, no cesaste de ser. Porque los que contamos cargamos tu cuerpo. Y lo seguimos cargando; no como fardo, sino como faro.
Eres una inspiración, que no se diluirá en la nada, que no dejará de Ser... porque fuiste y eres generosa, porque nos compartiste, nos compartes, de tu ser.
Quisiera tener tu vida y tu autenticidad para abrazarte con la fuerza y vitalidad que mereces.
Mariana, Nerea-Alboníandar, hoy, frente a tu cuerpo, soplo en tí y pido auxilio en mis hermanos los hombres; me uno al coro de voces y de aplausos que te despiden aunque no te hayas ido, recuerdo cómo corrías sin reposo, veo éste repentino alto en tu inquietud, y te digo con los míos: 'Descansa en Paz'
Hola primis como estas ? Me encanto tu poema, muy bueno.
Salu2
Cecilia
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