Amanecí con la boca seca de palabras y sollocé un poco. De nada sirvió. El dolor de cabeza era agudo y el resfriado oportuno después de esa tormenta de mundo real. Titubee un poco sobre si eso sería; eso, tú lejos, tú cerca, yo quién sabe dónde. ¡Qué maldita agonía, qué falta de arte!
Caminé en círculos por mi cuarto. O no lo hice pero lo pensé. Verde que te quiero verde y García Lorca muerto.
Es sólo que no quiero hablar de ti. Es sólo que no quiero. Pero mis versos tiernos, mis amados vástagos, se lamentan; y con ellos un pedazo de mi alma. Hay tanto por decir siempre. ¿Pero por qué la fidelidad a las palabras? Quiero que existas porque existes y no porque te escribo, quiero que mi lengua deje de sangrar cuando me invada el silencio de la paz.
(Pero por mientras y hasta la muerte, sigo siendo suya, mis amados vástagos, siempre suya)
2 comentarios:
Me gustan tus lamentos.
Besos en silencio.
I
No es que no exista, es que si se escribe existe para uno, para tí.
II
sí, en un lado están los sueños que dejan sin palabras, cercanos a la contemplación, otros, ilusorios, se inclinan a la fantasía, a la seducción de hacerlos tangibles.Esos días, la sensasión del sueño dura y merodea por las entrañas, son entonces reflejo seductor de lo que se quiere; se quiere y entonces deja de ser sueño por ser obsesión; es obsesión que se escribe porque no hay otra forma de hacerlas cadáver. Ahí y en cualquier lado, poco importan las palabras, importa uno, y cómo es que se encuentra uno con lo otro.
LF
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