Las tinieblas se esparcen lentamente por las calles, anunciando la condena ordinaria. La gente mira al cielo y baja el rostro; ellas lo saben, ha llegado la hora de encerrarse en sus casas y con los párpados apretados evocar el olvido.
La noche cae sobre mis hombros. La penuria nos invade, la ceguera cruel que nubla el pensamiento. No hay salvación. Me encojo en la cama de mis amables huéspedes, y resignada espero mi irrevocable destino, te espero.
Tinieblas malditas, seductoras; que se adornan a diario con la poesía de los soñadores. ¡Vierto sobre ellas la maldición de mi grito sofocado, de tu ausencia innegable!
Ellas me miran con ternura, prepotentes, compadecidas por mis carencias. Ninfas silvestres, inconcientes del dolor terrenal, que tajantemente nos arrebatan el sol con sus manos de diosas, con su corazón de piedra ennegrecida.
Lo disfrutan y ríen. Estúpidas, se creen dueñas de mi congoja. Pero ellas ignoran que no es la noche lo que me punza la cabeza, son tus brazos que no me abrazan, eres tú el que reina en esta oscuridad, es tu luz imposeíble a lo que temo.
4 comentarios:
Me gusta mucho como escribes.
Cuando tus libros sean publicados yo te los compro :P
¿Peli en blanco y negro?
No temas esa luz, aveces es buena.
Y en la osucridad el alma puede renacer al tocar al cuerpo ajeno.
Saludos
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